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Entre retornos y aspiraciones


Publicado por: Tania Chappi

Un nuevo Último Jueves tuvo lugar en la sala Fresa y Chocolate, del ICAIC. Esta vez la revista Temas impulsó el intercambio de criterios en torno a “20 años. La reforma constitucional de 1992”. Según los presentes, los cambios realizados entonces a la Constitución fueron positivos, pues se flexibilizó la política económica, se elaboró una Carta Magna menos deudora de postulados del socialismo soviético, más acorde a las realidades y a la identidad cubanas. No obstante, afirmaron también, las transformaciones resultaron insuficientes y, debido al “proceso de actualización” por el que en estos momentos transita la Isla, cada vez lo son más. Por lo tanto, al decir de los panelistas, Cuba necesita volver a reformar su Constitución, e incluso, señalaron algunos, elaborar una nueva. Asimismo, expertos y público coincidieron en que los postulados de la Ley de leyes suelen desconocerse y violarse.

Desde el auditorio se formularon interrogantes como: ¿Qué tópicos deberá reflejar un nuevo proyecto constitucional? ¿Qué pasos se van a dar, a tono con las actuales relaciones entre la Iglesia y el Estado, en cuanto al marco jurídico para ellas?  Igualmente: ¿Por qué no funcionan los mecanismos que están en la letra de la Constitución y cómo se relacionan estos con otros mecanismos de poder como leyes complementarias? Otro de los asistentes se interesó por el hecho de que si los juristas y sociólogos cada vez hacen más referencia al emergente constitucionalismo democrático latinoamericano y Cuba se halla dentro del contexto del ALBA, eso ejercería alguna influencia en una futura reforma constitucional.

No me agradan las reseñas periodísticas que describen el traje y escamotean el alma —práctica tan en boga y de la cual tampoco yo he podido escapar—, y, por lo tanto, cederé el espacio a los protagonistas de esa tarde. Fueron ellos Rafael Hernández, director de la revista Temas, moderador del encuentro; Orlando Cruz, Dr. en Ciencias Históricas, investigador en el Instituto de Filosofía; Julio César Guanche, jurista e investigador; Ulises Aquino, cantante y director de la Ópera de la Calle; y una nutrida concurrencia, jurisconsultos incluidos, que desafió un verdadero diluvio para acudir a la cita.

Rafael Hernández comenzó con un viaje en el tiempo: “¿Cómo eran las cosas hace 20 años? Tuvieron que ver con el IV Congreso del Partido en octubre de 1991, uno de cuyos acuerdos fue proponerle a la Asamblea Nacional del Poder Popular una reforma de la Constitución de 1976. La Asamblea la sometió a reforma en 1992 y aprobó un texto constitucional nuevo. Según las estadísticas de entonces, en aquella sesión del 10 al 12 de julio de 1992 se produjeron 296 intervenciones de diputados, que dieron lugar a correcciones. La nueva versión de la Constitución suprimió 16 artículos presentes en la de 1976, se modificaron 64 y se introdujeron 13. En consecuencia, la mayor parte del texto constitucional fue modificado de manera parcial o total”.

¿Por qué y cómo se adoptó la reforma constitucional en 1992?

 Julio César Guanche: “Se reformó por una serie de causas interrelacionadas, entre ellas el agotamiento del modelo constitucional del 76, y las condiciones socioeconómicas que Cuba tenía a mediados de los años 80.

“Entre las promesas del modelo del 76 se hallaban promover la participación, permitir mayor control de la población sobre las decisiones estatales y descentralizar y desconcentrar el poder estatal. A mediados de los 80 se empiezan a ver y a denunciarse múltiples problemas: institucionalidad hipercentralizada, persistencia del verticalismo en la toma de decisiones, ausencia de debate de alternativas en espacios estatales, control social no organizado de la actividad legislativa; un control social expresado más bien como opinión del pueblo que como cauce institucional para dicho control, escaso desarrollo de los poderes locales.

“A la altura de 1986 Fidel inicia el Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas. Había señales de lo que algunos sociólogos cubanos llaman precrisis: decrecimiento de la productividad del trabajo, estancamiento de la calidad de la producción y los servicios, no completamiento de la industrialización, profundización de la dependencia y el endeudamiento externo de la economía cubana. A este escenario se sumó la caída del campo socialista y la crisis consecuente de los 90. Toda esa situación se recoge también en el llamamiento al IV Congreso del Partido de 1990. Y la reforma se convirtió en una necesidad.

“Se reformó más de la mitad de los artículos de la Constitución. La Carta Magna del 76 establecía que el texto constitucional se podía modificar sin referendo siempre que la reforma fuera parcial, no afectara las atribuciones de la Asamblea Nacional ni de su Consejo de Estado, y no afectara los derechos de la ciudadanía. La Asamblea Nacional entendió que nada de eso se afectaba y enmendó la Constitución, sin referendo, en el 92. “Entre otros aspectos, se modificó el régimen de la propiedad, se aprobó la inversión extranjera, se limitó la propiedad estatal a los medios fundamentales de producción, y se permitió indirectamente que los medios de producción estuvieran en manos de personas naturales, lo que creaba técnicamente la figura de la propiedad privada. También modificó la base social del Estado, tanto como su confesionalidad: ya no era un Estado de obreros y campesinos, sino ‘con todos y para el bien de todos’, y se comprometía con la no discriminación por motivos religiosos.

“También cambió la definición conceptual del Partido, en el 76 era ‘la vanguardia organizada de la clase obrera’ y ahora sería ‘el partido de la nación cubana’, una apelación a Martí  y a su partido. Se eliminó la referencia nominal al ‘centralismo democrático’ y a la ‘unidad de poder’ como clave de la organización funcional del Estado. La reforma planteó elecciones directas para todas las asambleas, eliminó la lista cerrada de las organizaciones sociales y de masas, por lo que podían crearse nuevas y estableció el estado de emergencia”.

Orlando Cruz: “La ley de leyes recoge y consolida logros, introduce tendencias, cambios ya presentes y lanza una mirada hacia el futuro previsible y deseable. Una Constitución es un marco jurídico esencial, no debe ser cambiada, salvo excepciones; pero en el panorama nacional e internacional aparecieron nuevos actores. Un aspecto es fundamental: se derrumbó el campo socialista, desapareció la Unión Soviética. Las condiciones externas cambiaron totalmente para Cuba. Había que establecer nuevas alianzas a nivel internacional, y eso debía reflejarse en la Constitución. Me parece que el documento no se propuso vigencia a largo plazo. Esas reformas estaban regidas por una coyuntura política interna y una geopolítica externa muy específicas, aunque después tuvieran un efecto de larga duración. Y no debemos olvidar la cercanía de los EE.UU. y su política sumamente hostil hacia Cuba; aunque esa realidad no debe paralizarnos a la hora de realizar cambios en la Isla.              Seguir leyendo Entre retornos y aspiraciones